miércoles, 30 de mayo de 2012

Conjeturas al pedo

- ¡Ay, no puede ser! – exclamé en un suspiro ligeramente angustiado, en la soledad de mi comedor, tras leer ese comentario que, si proviniese de cualquier otra persona, me habría alegrado.
No debería emplear este tiempo en vos. Nunca debería gastar tiempo en vos. Ahora debería estar practicando con Fireworks, con Dreamweaver. Pero no, por alguna estúpida razón, decidí entrar a tu muro y ponerme a investigar. Tal vez buscaba, en vano, alguna señal de idiotez, de un coeficiente intelectual subterráneo. Me corrijo: no buscaba un coeficiente intelectual subterráneo. No se puede adivinar el IQ de las personas basándose en sus publicaciones de Facebook. Sin embargo, ahora que recuerdo, me contaron que tu desempeño académico no es muy brillante. Mas de eso no quería hablar ahora, en realidad este párrafo no tiene importancia.
Quería hablar sobre lo desconcertada que estoy al ver que tenemos tantas cosas en común (pero tantas, que asustan, no sé si sos consciente, ya que vos evidencias mucho más tus gustos vía Facebook que yo) y que, si hubiéramos “empezado” con el pie derecho, tal vez ahora nos llevaríamos genial. Pero no es así, por cosas de la vida supe de tu existencia ya con la idea predeterminada de una amenaza. No sé cómo habrá sido tu primera percepción de mí. Admito que me da mucha curiosidad. Me gusta imaginar, aunque en realidad es una actividad inútil, qué pensarás vos.
Nuestra prácticamente nula relación, estuvo plagada de tensos silencios. Algo que vos y yo sabemos, pero nunca ponemos en palabras cuando estamos frente a frente. Nunca hablamos directamente, y nunca respondemos las alusiones mezcladas. Un escueto beso en la mejilla, cortesía rayana con la hipocresía, cuando frecuentamos las mismas amistades. Sin palabras, solo algunas miradas de soslayo, que no termino de saber si son tímidas, temerosas, o sólo demasiado precavidas.
El recelo que te tengo no es para nada personal. Es lo que cualquiera siente con cualquier persona que significa una amenaza.  Una competencia. ¿Esto terminó? Sé que estoy extendiendo exageradamente esta desconfianza, pero ¿Puedo considerarme ganadora? Magalí, Magalí, tonta Magalí… es imposible determinar un vencedor cuando hay un solo competidor. La única que veía todo esto como un jueguito de ganadores y perdedores, eras vos. Estúpida. Madurá. El premio no es un objeto, tu oponente es ficticio, y vos en realidad no estás jugando a nada. No conjetures al pedo.

martes, 15 de mayo de 2012

El tiempo de tus pasos

El piano marca el tiempo de tus pasos.
Todavía puedo escucharlos, cuando te vas.
Te alejás, me dejás sin más.
Y yo en un rincón de la habitación
Preguntándome qué fue del “vos y yo”.
De aquel ayer, aquellas sonrisas.
Aquellas frases y aquel calor.
Ya no me hablás si no es para pelear.
¿Desde cuándo no podemos concordar?
A veces creo que te cansé,
Y otras estoy segura
de que ya no te soporto más.
Mis ojos miran hacia atrás
El cielo gris, tarde lluviosa
Un arcoíris brillante
¿No te acordás?
Me abrazaste y nos refugiamos
El frío nos calaba,
Nuestros cuerpos nos abrigaban.
Y así, bien cerca, pude llenarme de tu olor
Mezcla de cigarro y un tipo inexistente de flor.
Algo raro me estaba pasando allí.
Desconocido, aunque lindo.
“¿Qué es esto?” me pregunté.
El piano marca el tiempo de tus pasos.
Todavía puedo escucharlos, cuando te vas.
Te alejás, me dejás sin más.
Y yo en un rincón de la habitación
Preguntándome qué fue del “vos y yo”.

martes, 1 de mayo de 2012

¿Dónde está tu cerebro?


¿Qué? ¿Ahora resulta que tampoco te quedan palabras para mí? ¿Dónde está tu cerebro? Empiezo a creer que desapareció, que se desintegró. Así de simple me abandonás. Me dejás tirado. Te dejás llevar por una opinión represora, y me apartás. Y así terminaste. Notás que algo te falta. Yo. Te falto yo. Y es completamente tu culpa. Creo que la cartelera de entrada que vos misma elegiste (Hay una cabeza que no tiene paz), nunca hizo tanto honor a tu estado como lo hace ahora. Definitivamente, no tenés paz, estás hecha un mamarracho, y hasta empiezo a dudar de tu verdadera capacidad. O antes te tenía demasiada estima, o de repente intercambiaste cerebros con un ñandú. Que esconde la cabeza bajo tierra. ¿Esa sos vos? ¿Así de cagona? Sabía que eras temerosa e insegura, pero creía que la terapia hacía efecto. Estabas mejor. ¿Qué te pasó? No te entiendo, la verdad que no te entiendo. Sos una superficial, hueca. Tu cráneo hace eco. Se te licuó el cerebro, chabona. ¿Qué onda?
Barajaste mil opciones y descartaste todas. Entonces ¿Para qué? Parece que te afecta de verdad. Te gustaba sentirte inteligente con lo anterior, pero más te gusta cuando piensan por sí mismos. Me parece perfecto, pero no contabas con el hecho de ser vos la estúpida. Fantaseabas con una charla de igual a igual sobre física cuántica. Y descubriste que no es así. Y entre que reúne todas las cualidades que deseabas, y que encima no tenés un IQ de 320, lo poco de pensamientos útiles que tenías se redujeron a cero, y lo que queda en tu cabecita son reiterativos e infinitos comentarios idiotas más acordes a una mente de siete años que a una de dieciséis. Esa no eras vos. No que yo sepa, no era lo que mostrabas.
Dejaste de dibujar, dejaste de escribir. Sos una trucha. Tocar siempre el mismo vals en el piano no te convierte en pianista. ¿Dónde tenés la cabeza? Demasiado ocupada en vos misma. Te olvidás de todo, de frases, de momentos. Los fragmentos más relevantes desaparecen de tu mente y solo queda una conclusión colgada, estudiada de memoria, sin argumentos, sin fundamentos, sin un camino que converja. No sé qué te pasó. Pero vamos mal.