Y nos volvemos a encontrar. Te miro, y no te veo. Te busco, y no me encuentro en vos. ¿Qué te pasó? ¿Qué me pasó? Distancia limitada, condicionada por terceros. No puedo, ni pretendo, despedirme de vos. Sólo… dame un tiempo. Para extrañar necesito tiempo.
El problema está cuando mi espalda encuentra un apoyo en su camino, cuando mi marcha se encuentra bloqueada. Una pared. Ladrillos míos, ladrillos ajenos. Unos más pesados que otros, pero todos necesarios para construir la muralla.
Me planteé varias veces dejarte por completo. Esto ya no es lo mismo, le falta algo. ¿Pasión? ¿Qué, esto es como una relación? ¿Se volvió rutinario, me aburriste? Te amo pero…
No sé si quiero seguir, pero no puedo dejar. Es que las cosas pierden gracia cuando le agregas el “debo…” adelante. “Debo seguir”. “Es mi obligación seguir”. ¿Y si no? ¿Y si no quiero? ¡No quiero continuar! Y veo una patada voladora impactar en mi estómago.
Falta tan poco, y a la vez es tanto tiempo. Si ya estamos acá. No puede ser que nunca termines nada, lo único que quiero es que termines algo. Elegiste esto, bancátela. Son solo dos años más. Un año y medio. Una eternidad.
Si bien por lo general es una cualidad de la que estoy orgullosa, en estos momentos detesto mi sentido práctico. Otra salida… es útil, con sólo diecisiete vas a tener un título, una gran ventaja.
- Es una picardía dejar ahora…
- No es una picardía, es una pelotudez.
Y ahí metiste la cuota de presión que lo único que hace es disminuir las ganas. Como si no estuvieran por agotarse completamente. Siento ese vacío en el estómago cuando veo que llega nuevamente la hora encararte, y me destroza querer decirte que no; también me destruye ceder.
Culpabilidad. Si te dejo seré presa de la culpabilidad. Pero cada vez te disfruto menos.