A una distancia prudencial, Artemisa observó cómo aquel hombre de oscuro tapado y hombros caídos, saludaba a su compañera con un gesto y se alejaba de allí con paso cansado. La soñadora no pudo divisar su cara, ya que el ala del sombrero proyectaba una sombra que le ocultaba el rostro, como si no quisiera revelar su identidad.
Una vez el hombre se hubo alejado lo suficiente, Artemisa vio cómo Sabby le indicaba que se acercara. Fue imposible para la ojiverde ocultar su expresión de curiosidad, mientras avanzaba a saltos.
- ¿Qué pasó? – inquirió, ansiosa -. ¿Por qué no me dejaste escuchar? ¡Se suponía que trabajábamos juntas! – terminó protestando como una niña pequeña.
Sabby la acalló con un ademán e hizo una mueca. Luego miró muy seria a su compañera.
- Hay que abortar el plan – lo pronunció muy lento, como si estuviera midiendo la reacción de Artemisa. Ésta se quedó quieta, con cara de incredulidad. ¿Por qué este cambio tan repentino? ¿Quién era aquel hombre? ¿Qué había dicho? Artemisa abrió la boca para expresar todas estas preguntas, pero Sabby se le adelantó. Era normal que esto ocurriera, podría decirse que su esencia era una sola,y podían adivinar lo que la otra pensaba.
- Ése – dijo el cerebro, señalando con el pulgar por detrás de su espalda, hacia el lugar donde había desaparecido el misterioso hombre del sombrero -, era un espía. Trabaja para nosotras. Es nuestra principal fuente de información, ya que tiene contacto directo con Abisal.
Artemisa sonrió atontada nada más escuchar el nombre, y hundió la cabeza entre los hombros con aire soñador. Abisal, era tan agradable, tan lindo… los ojos verdes de la muchacha siempre lo miraban con cariño y cierta timidez. Abisal, su Abisal Boy…
Sabby chasqueó los dedos varias veces delante de su compañera, con expresión impaciente. Ya se estaba yendo por las nubes.
- ¡Eh! ¡No! Te estoy diciendo que hay que abortar el plan. ¿No escuchaste? – cuando notó que Artemisa por fin le prestaba atención, Sabby suspiró y continuó -. Estamos jugando por nada. No vale la pena seguir… no quería que escucharas lo que el espía tenía para decirnos, porque supe que no serían buenas noticias – se explicó, mirando cautelosamente a la soñadora, quien se estaba alisando la falda de su vestido -. Abisal no nos quiere – susurró, bajando la vista, y el sonido de tela rasgándose llegó a sus oídos.
Artemisa, sin controlarse, había roto parte de su atuendo, y ahora sujetaba con manos temblorosas el pedazo de tela. Sus ojos se hallaban anegados en lágrimas, y miraba horrorizada a Sabby. Soltó un lamento agudo y se tiró al suelo a patalear.
- ¡No puede ser! ¡No puede ser! – lloriqueaba, rodando como un tronco. A Sabby le pareció una situación un tanto ridícula, pero no dijo nada. Esperaba que su compañera reaccionara así, o peor -. ¡No nos puede hacer esto! ¿Por qué? ¡Qué es lo que quiere de nosotras! ¡Por qué nos trata tan bien si no nos quiere! ¡Nos tiene que querer, Sabby! ¡No hay otra explicación! ¡Abisal nos quiere, nos quiere, nos quiere, nos quiere! – Artemisa lloraba desconsoladamente.
Sabby continuó mirándola, sin saber cómo consolarla. Era pésima para estas cosas. Al final decidió sentarse en el suelo, a su lado, y soltó un prolongado suspiro.
- Tranquila. Puede que no nos quiera como nosotras a él, pero ya reorganicé los planes, no te preocupes – le aseguró, sin saber si Artemisa la escuchaba por sobre sus gimoteos -. Lo único que te voy a pedir es que me lo dejes a mí. No te involucres por ahora. Sino vamos a sufrir mucho, y no queremos pasar por esto otra vez ¿verdad? – Artemisa se tendió boca arriba y negó con la cabeza, todavía presa de algunos temblores a causa del llanto, y Sabby le limpió los surcos que habían dejado las lágrimas en sus mejillas. -. Ya lo solucionaremos. Dejamelo a mí.