martes, 27 de marzo de 2012

El cerebro, el corazón (Parte II)

A una distancia prudencial, Artemisa observó cómo aquel hombre de oscuro tapado y hombros caídos, saludaba a su compañera con un gesto y se alejaba de allí con paso cansado. La soñadora no pudo divisar su cara, ya que el ala del sombrero proyectaba una sombra que le ocultaba el rostro, como si no quisiera revelar su identidad.
Una vez el hombre se hubo alejado lo suficiente, Artemisa vio cómo Sabby le indicaba que se acercara. Fue imposible para la ojiverde ocultar su expresión de curiosidad, mientras avanzaba a saltos.
- ¿Qué pasó? – inquirió, ansiosa -. ¿Por qué no me dejaste escuchar? ¡Se suponía que trabajábamos juntas! – terminó protestando como una niña pequeña.
Sabby la acalló con un ademán e hizo una mueca. Luego miró muy seria a su compañera.
- Hay que abortar el plan – lo pronunció muy lento, como si estuviera midiendo la reacción de Artemisa. Ésta se quedó quieta, con cara de incredulidad. ¿Por qué este cambio tan repentino? ¿Quién era aquel hombre? ¿Qué había dicho? Artemisa abrió la boca para expresar todas estas preguntas, pero Sabby se le adelantó. Era normal que esto ocurriera, podría decirse que su esencia era una sola,y podían adivinar lo que la otra pensaba.
- Ése – dijo el cerebro, señalando con el pulgar por detrás de su espalda, hacia el  lugar donde había desaparecido el misterioso hombre del sombrero -, era un espía. Trabaja para nosotras. Es nuestra principal fuente de información, ya que tiene contacto directo con Abisal.
Artemisa sonrió atontada nada más escuchar el nombre, y hundió la cabeza entre los hombros con aire soñador. Abisal, era tan agradable, tan lindo… los ojos verdes de la muchacha siempre lo miraban con cariño y cierta timidez. Abisal, su Abisal Boy…
Sabby chasqueó los dedos varias veces delante de su compañera, con expresión impaciente. Ya se estaba yendo por las nubes.
- ¡Eh! ¡No! Te estoy diciendo que hay que abortar el plan. ¿No escuchaste? – cuando notó que Artemisa por fin le prestaba atención, Sabby suspiró y continuó -. Estamos jugando por nada. No vale la pena seguir… no quería que escucharas lo que el espía tenía para decirnos, porque supe que no serían buenas noticias – se explicó, mirando cautelosamente a la soñadora, quien se estaba alisando la falda de su vestido -. Abisal no nos quiere – susurró, bajando la vista, y el sonido de tela rasgándose llegó a sus oídos.
Artemisa, sin controlarse, había roto parte de su atuendo, y ahora sujetaba con manos temblorosas el pedazo de tela. Sus ojos se hallaban anegados en lágrimas, y miraba horrorizada a Sabby. Soltó un lamento agudo y se tiró al suelo a patalear.
- ¡No puede ser! ¡No puede ser! – lloriqueaba, rodando como un tronco. A Sabby le pareció una situación un tanto ridícula, pero no dijo nada. Esperaba que su compañera reaccionara así, o peor -. ¡No nos puede hacer esto! ¿Por qué? ¡Qué es lo que quiere de nosotras! ¡Por qué nos trata tan bien si no nos quiere! ¡Nos tiene que querer, Sabby! ¡No hay otra explicación! ¡Abisal nos quiere, nos quiere, nos quiere, nos quiere! – Artemisa lloraba desconsoladamente.
Sabby continuó mirándola, sin saber cómo consolarla. Era pésima para estas cosas. Al final decidió sentarse en el suelo, a su lado, y soltó un prolongado suspiro.
- Tranquila. Puede que no nos quiera como nosotras a él, pero ya reorganicé los planes, no te preocupes – le aseguró, sin saber si Artemisa la escuchaba por sobre sus gimoteos -. Lo único que te voy a pedir es que me lo dejes a mí. No te involucres por ahora. Sino vamos a sufrir mucho, y no queremos pasar por esto otra vez ¿verdad? – Artemisa se tendió boca arriba y negó con la cabeza, todavía presa de algunos temblores a causa del llanto, y Sabby le limpió los surcos que habían dejado las lágrimas en sus mejillas. -. Ya lo solucionaremos. Dejamelo a mí.
  

lunes, 19 de marzo de 2012

Cerebro de Cocodrilo

Nunca supe apreciar la libertad que te da el hecho de ser invisible en el colegio. Mentira, sí lo supe apreciar. Observando las experiencias de mis amistades, llegué a la correcta conclusión (dado que lo sigo pensando) de que es mejor no involucrarse con gente de tu misma escuela. Porque la gente es muy chismosa. Demasiado. La gente, por alguna razón, encuentra sumamente interesante la vida ajena. Ok, me incluyo, pero por lo menos yo no armo tanto quilombo. El grado de barullo que hagas por una cosa así, es directamente proporcional con el espacio vacío en el interior de tu cráneo. Algunos son como cocodrilos... que, en proporción con su tamaño, son los animales con el cerebro más pequeño del mundo animal. 
Cerebro de cocodrilo 1- ¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Qué le viste?
Cerebro de cocodrilo 2- ¡La barba! (risas de cocodrilos)
¿Qué le vi? En serio, me están preguntando ¡¿Qué le vi?!... Yo digo... ¡¿Qué mierda les importa?! No tendría que enojarme por estas cosas, pero es que realmente me da mucha bronca. Está más allá de mi control. De todas maneras, era evidente la falta de sobriedad en aquellos cerebros de cocodrilo el sábado por la madrugada, supongo que ni se percataron de la mirada de pena que les dediqué ante ese estúpido comentario.  
¿Dónde quedó mi anonimato? Me siento muy limitada, y eso es lo que provocan los cocodrilos en una persona tímida como yo, que fácilmente se siente humillada y avergonzada. 
Un día de estos voy a matar a todos. Déjenme en paz.

viernes, 16 de marzo de 2012

No son válidos.

Tan desconfiada, tan insegura. El mínimo detonante hace que mi corazón se dispare latiendo desesperado, intentando escapar en vano de las preguntas que empiezan a llenar mi cabeza. Algo que se suponía que ya sabía, pero me había convencido de que era algo sin importancia, tal vez una percepción errónea de quien me lo confió. Pero salido de su boca, todo es diferente. 
Reapareció el ya conocido puñetazo en la boca del estómago, aquella pesada piedra alojándose entre las costillas, en el medio de mi torso. Desilusión. Y desconfío. Desconfío de todos. De la situación. Me molestan las circunstancias, y esos jamás admitidos celos que rugen enfurecidos se niegan a callarse, a reflexionar. Porque esos celos no son válidos. Nunca lo son. 
Acordate lo que hablamos... no te aferres, no te aferres. ¿Demasiado tarde? Qué fácil sos. Respirá, por lo menos. Respirá, calmate. En su momento, será lo que tenga que ser

jueves, 15 de marzo de 2012

El cerebro, el corazón

El ligero caminar de aquella muchacha, que parecía avanzar flotando en el aire, le daba un aspecto absolutamente soñador. Sus brillantes ojos verdes, muy abiertos, y sus labios curvados constantemente en una sonrisa tonta, nos indicaba que estaba volando en otro mundo. Miraba la nada sin concentración, como pensando en otra cosa, tal cual la mirada de una pequeña disfrutando la plenitud de su primer amor. 
Se deslizaba entre los desvaídos bancos de aquella plaza, sumida en la soledad propia del mediodía de un día de semana, a pesar de brillar el sol en lo alto. Las palomas se posaban en los postes de luz, ululaban y picoteaban el suelo con tranquilidad, y el clima era ideal para un picnic, de no ser por la jornada laboral. 
Sin embargo, la soñadora chiquilla no estaba sola. Una cautelosa sombra había estado observándola desde la distancia. Aquella sombra, que en realidad correspondía a una persona de carne y hueso, vestía el mismo uniforme blanco y azul, y llevaba el mismo peinado que la ojiverde. Atrapó bruscamente su muñeca cuando ésta última se encontraba cerca, y la arrastró sin dificultad detrás de gran ombú. La expresión aterrada de la muchacha desapareció en cuanto reconoció a su raptora.
- ¡Sabby! - exclamó, mientras su rostro volvía a iluminarse. Sabby, no obstante, le lanzó una mirada enojada, y la apuntó con un dedo acusador. 
- ¡Deberías tener más cuidado! ¿Querés echar todo a perder? ¿No viste cómo reaccionó? - escupió Sabby, clavando el dedo en el pecho de su interlocutora.
- ¡Pero él no pareció molestarse! Al contrario, dijo que se alegraba - se defendió la joven soñadora, enfrentando la mirada severa de Sabby. 
- ¡No, Artemisa, no! ¡No entendés nada, flaca!- explotó, con rabia. Dándose cuenta del elevado tono de su voz, tomó aire reiteradas veces para calmarse. Hacía bastante que no tenía la necesidad de discutir con Artemisa, pero sabía que si su amiga se precipitaba podría echar todos sus planes por tierra. Sabby tenía muchísimo miedo de fallar. -. A ver, ya sé lo que dijo. Pero no seas ciega. ¿En serio no te diste cuenta de lo incómodo que se sintió? ¿Pensaste que sus comentarios siguientes no tenían nada que ver con el tema? Si seguimos así, lo vamos a perder. Limitate a cumplir tu rol; vos sos la parte adorable, yo el cerebro. No la cagues. 
- No menosprecies lo que hago. Al fin y al cabo los elogios que recibimos son gracias a mí.- a pesar de su aspecto más bien aniñado, Artemisa sabía hacerse valer.
- Pero ya viste cómo funcionó con los otros. Sos indispensable, pero no podemos tirarnos a la pileta así como así - le explicó Sabby, armándose de paciencia -. Tenemos que trabajar juntas. De no ser por ese detalle, si no fuera por tu error, todo hubiera salido perfecto.
- Todavía se puede arreglar - terció Artemisa, en un intento de quitarle dramatismo al asunto.
- Exacto. Ahora hay que ser más cuidadosas que nunca. Tenés que seguir mis indicaciones al  pie de la letra ¿okey? Acordate, yo soy el cerebro.
- Y yo el corazón - completó Artemisa, risueña.
- Sí. El corazón para estas cosas es indispensable. En su momento, vas a llegar a ser lo principal. Pero todo lo anterior tenemos que construirlo las dos - dijo Sabby, sonriendo, y le tendió la mano a su compañera. Artemisa la tomó sonriente, y juntas se alejaron caminando tranquilas por aquel interminable sendero que cruzaba la plaza, fundiéndose una con la otra en el horizonte, convirtiéndose en el mismo puntito luminoso que continuaba su camino. 
 

lunes, 12 de marzo de 2012

Ansiosa

EN TRES HORAS EMPIEZO MI CURSO DE Diseño weB ♥
Ay, cómo te esperé. Espero entender toda la cosa técnica que me vayas a enseñar.. 
Por favor, no seas demasiado difícil. Estoy ansiosa

miércoles, 7 de marzo de 2012

Al menos estoy intentando

Sólo espero no haber metido la pata. La preocupación me persiguió todo el día. Me pregunto qué habrá pasado por tu cabeza, me pregunto qué pensarás de mí ahora. Ok, tal vez no fue tan grave, a lo mejor incluso ya olvidaste mi comportamiento tan increíblemente estúpido e infantil. Ojalá. Ojalá no se haya visto por fuera como yo lo sentí por dentro. Humillación. 
Mierda, qué difícil es buscar un apodo para vos. Mirá, ya pasaron dos canciones de Yann Tiersen, y yo sigo pensando. Bah, en realidad se me ocurrieron muchos, pero uno es más obvio que otro. Y cuánto más obvio, más adecuado es, claro. Y más ahora, que te di esta dirección y no sé si entrás, y en caso afirmativo, con qué frecuencia. ¿Leés todo? ¿O te da paja? Tal vez tu incipiente vagancia me salve. Aunque puede ser que no abarque mi blog, y mis palabras me lleven a la ruina(?. Ok, exagero. Pero estaría arruinando las cosas ¿no? ¿No te sentirías invadido? ¿No pensarías que soy una chiquilina obsesionada? 
Debo concederme que al menos estoy intentando tomarme el asunto con calma y no poner falsas expectativas para evitar alguna futura (y repetida) decepción. Tengo dos opciones: cuidar lo que digo, lo que hago, cómo actúo y cómo me muestro; o relajarme y que la cosa fluya. Sinceramente, la segunda opción me parece la más adecuada. 
Pero no quiero cagarla. No quiero arruinarlo. En caso de que, debido a mi habitual mala suerte, te hayas dado cuenta que hablo de vos, no me lo hagas saber. A menos que quieras jugarme una broma, y quieras ver como mi cara de galletita Panchita se convierte en un tomate maduro de expresión desencajada. Dah, no lo hagas. De todas formas, sería peor que me dijeras "Vi tu última entrada en tu blog.. ¿Sobre quién hablabas?". Porque mi respuesta sería inconsciente y obvia, ya que mis cachetotes también se teñirían de un colorado intenso. Parecería la luz roja del semáforo, y eso no es nada sexy(?. 
Listo, ya tengo tu apodo. Es completamente rebuscado, pero bueno. Cosas que pasan, cuando mi blog está en peligro inminente de ser leído. Vos sos Abisal Boy. Si tenés ganas, te encargarás de ampliar tus conocimientos al respecto. Y si vas por el camino correcto, tal vez resuelvas el misterio del origen de tu apodo. Más no te puedo decir. Aunque probablemente ni siquiera estés leyendo esto. Pero, por las dudas, no te ofendas, no quise decir que tenías cara de pez. 

martes, 6 de marzo de 2012

Eterno bebé

Sos tan expresivo. Te ves tan dulce, me cuesta creer que tengas la edad que tenés. Todavía parecés un niño; a mis ojos, el tiempo nunca pasó. Te tratamos como un recién nacido, y vos interpretas el papel perfectamente. Tus miradas... tus ojitos brillantes lo dicen todo, y la expresión que transmitís con ellos, es la principal causa de tu aspecto ingenuo. Como un nenito. No sé si será que te conozco demasiado, y vos me conocés mucho más, pero cuando miro tus ojos, entiendo lo que dicen. A veces me mirás expectante, casi puedo adivinar tus pensamientos. "Hu, ¿Qué quiere esta loca ahora?". Noto en tu mirada que ya adivinaste lo que voy a hacer, y por lo general no intentás evitarlo. Sos tan buenito. 
Otras veces, leo en tus ojos una petición. Entusiasta, tu cuerpo también habla. Te inclinás hacia mí con la vista fija en mis ojos, casi puedo ver cómo elevás las cejas, apremiándome. No te hace falta hablar. "¡Dale! ¡Dame bola! ¡Quiero algo! ¡Dámelo!". A veces me pedís que te deje en paz. Casi nunca te hago caso. Te apretujo y te lleno de besos, vos los recibís con resignación. Ya sé que soy pesada, ya lo sé. Sólo cuando empezás a oponer resistencia opto por dejarte ir; incluso a veces te escabullís de entre mis brazos, y ya no te puedo atrapar. Sos rápido cuando querés. Rápido y silencioso, una sombra, imperceptible. Cuando querés ser invisible, lo sos. En un abrir y cerrar de ojos desaparecés... sos muy vivo para esas cosas. ¿Quién dijo que fueras estúpido? Sabes aprovechar las oportunidades, ya lo comprobamos unas cuantas veces. Te gusta la aventura, correr, seguir tu instinto. Demasiado sociable, tal vez, resultas un pequeño estorbo para tus compañeros. Pero vos no lo notás, o no te importa, ni siquiera un gruñido hostil opaca tu efusividad. 
Sos un amor. No suelo demostrar cuánto te quiero, cuánto significás para mí. No me imagino sin vos, no quiero ni pensar. Me niego a contar cuánto tiempo nos queda juntos. Menos de la mitad del que ya pasamos. Pero eso no es importante; tu vitalidad siempre me hace sonreír. Sos tan atento, tan molesto a veces. Arisco y complaciente a la vez, amo cuando suspirás juntando paciencia. Te gusta que te mimen, siempre y cuando no haya amor en exceso. Eso está bien, tenés tu equilibrio. 
De pequeño eras mi juguete, me gustaba pararte los pelos rubios para que parezcas punk, me acuerdo que te paseaba en el cochecito de juguete como si fueras mi bebé. Bueno, en realidad sos un eterno bebé. Ahora sos mi bebito guardián, el que rompe las bolas cuando un desconocido entra a casa, el que entra en confianza fácilmente y de guardián ya no te queda nada. 
Tenés un enorme corazón, una gran capacidad para amar, a pesar de todas las veces que te pisé, te golpeé sin querer, te apreté demasiado, te grité y te encerré en el patio, en mi pieza o en el baño. Siempre terminaba abrazándote, y vos sin ningún tipo de rencor. Valorabas más reencontrarte con la libertad que el recuerdo del encierro. Te amo tanto, mi putito hermoso, mi eterno bebé. Mi Rockito.