El ligero caminar de aquella muchacha, que parecía avanzar flotando en el aire, le daba un aspecto absolutamente soñador. Sus brillantes ojos verdes, muy abiertos, y sus labios curvados constantemente en una sonrisa tonta, nos indicaba que estaba volando en otro mundo. Miraba la nada sin concentración, como pensando en otra cosa, tal cual la mirada de una pequeña disfrutando la plenitud de su primer amor.
Se deslizaba entre los desvaídos bancos de aquella plaza, sumida en la soledad propia del mediodía de un día de semana, a pesar de brillar el sol en lo alto. Las palomas se posaban en los postes de luz, ululaban y picoteaban el suelo con tranquilidad, y el clima era ideal para un picnic, de no ser por la jornada laboral.
Sin embargo, la soñadora chiquilla no estaba sola. Una cautelosa sombra había estado observándola desde la distancia. Aquella sombra, que en realidad correspondía a una persona de carne y hueso, vestía el mismo uniforme blanco y azul, y llevaba el mismo peinado que la ojiverde. Atrapó bruscamente su muñeca cuando ésta última se encontraba cerca, y la arrastró sin dificultad detrás de gran ombú. La expresión aterrada de la muchacha desapareció en cuanto reconoció a su raptora.
- ¡Sabby! - exclamó, mientras su rostro volvía a iluminarse. Sabby, no obstante, le lanzó una mirada enojada, y la apuntó con un dedo acusador.
- ¡Deberías tener más cuidado! ¿Querés echar todo a perder? ¿No viste cómo reaccionó? - escupió Sabby, clavando el dedo en el pecho de su interlocutora.
- ¡Pero él no pareció molestarse! Al contrario, dijo que se alegraba - se defendió la joven soñadora, enfrentando la mirada severa de Sabby.
- ¡No, Artemisa, no! ¡No entendés nada, flaca!- explotó, con rabia. Dándose cuenta del elevado tono de su voz, tomó aire reiteradas veces para calmarse. Hacía bastante que no tenía la necesidad de discutir con Artemisa, pero sabía que si su amiga se precipitaba podría echar todos sus planes por tierra. Sabby tenía muchísimo miedo de fallar. -. A ver, ya sé lo que dijo. Pero no seas ciega. ¿En serio no te diste cuenta de lo incómodo que se sintió? ¿Pensaste que sus comentarios siguientes no tenían nada que ver con el tema? Si seguimos así, lo vamos a perder. Limitate a cumplir tu rol; vos sos la parte adorable, yo el cerebro. No la cagues.
- No menosprecies lo que hago. Al fin y al cabo los elogios que recibimos son gracias a mí.- a pesar de su aspecto más bien aniñado, Artemisa sabía hacerse valer.
- Pero ya viste cómo funcionó con los otros. Sos indispensable, pero no podemos tirarnos a la pileta así como así - le explicó Sabby, armándose de paciencia -. Tenemos que trabajar juntas. De no ser por ese detalle, si no fuera por tu error, todo hubiera salido perfecto.
- Todavía se puede arreglar - terció Artemisa, en un intento de quitarle dramatismo al asunto.
- Exacto. Ahora hay que ser más cuidadosas que nunca. Tenés que seguir mis indicaciones al pie de la letra ¿okey? Acordate, yo soy el cerebro.
- Y yo el corazón - completó Artemisa, risueña.
- Sí. El corazón para estas cosas es indispensable. En su momento, vas a llegar a ser lo principal. Pero todo lo anterior tenemos que construirlo las dos - dijo Sabby, sonriendo, y le tendió la mano a su compañera. Artemisa la tomó sonriente, y juntas se alejaron caminando tranquilas por aquel interminable sendero que cruzaba la plaza, fundiéndose una con la otra en el horizonte, convirtiéndose en el mismo puntito luminoso que continuaba su camino.
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