O eso quiero creer.
De cualquier manera, es lo mismo. Porque me duele igual, en mayor o menor medida. Y no sé si prefiero un dolor bastante tenue pero constante durante tres meses, o un dolor agudo de sopetón. Al primero una termina por acostumbrarse, y sólo se intensifica cuando llega al final. Ahora, se intensificó. Pero ya lleva un tiempito doliendo. Y supongo que pasará otro tiempito hasta que desaparezca. Mientras tanto ¿Qué?
Melancolía.
Mi programa de casi todas las noches. Y bueno, qué mejor ambiente para una escena dramática que una noche solitaria, con la música adjunta en esta entrada sonando a todo volumen en mis oídos. Lágrimas, infaltables. Aunque ya es hiper habitual, en cualquier lugar, por cualquier razón. Siento que estoy más sensible ahora que hace un año. Más llorona, también.
__________________________________________
Creo que no me conocías así, y la verdad yo tampoco. Me refiero, nunca cerré la puerta dejando a alguien que quiero del lado de afuera, excepto cuando nos despedimos.Ahora que lo pienso, aquello fue una despedida ¿no? Tiene que haberlo sido, por eso tanto dolor. De mi parte, hay que aclarar. Tus silencios prolongados dijeron que para vos sería tan fácil. Solo te jodería. Me pregunto cuánto te durará lo "jodido". ¿Cuántos días? ¿O serán horas, minutos? Tal vez tu malestar haya durado lo que tardaste en llegar a tu casa. Quizás ni siquiera la incomodidad llegó a la esquina.
Y a mí me dolió cada mirada que esquivé, cada vuelta de llave, cada segundo que estuviste ahí, helado, de espaldas a la reja. Y yo mirándote, sin saber que hacer. Conteniendo las ganas de abrir la puerta y abrazarte, a pesar de que no podamos ponernos de acuerdo.
Me encantaría poder aceptar tu propuesta. Me encantaría mantener tu misma postura, indolente, distante, superficial. Pero no puedo, no soy yo.
Sufro con vos, sufro sin vos. Y es la tortuosa ambigüedad de todo enamorado-no-correspondido, o en su variante contemporánea: enamorado-no-correspondido-como-él-quisiera. Lo cual, a mí parecer, es tanto o más insoportable. Porque está en el medio, no es ni una cosa ni la otra, es el maldito y complicado gris: te quiero pero no tanto. Me gusta estar con vos pero no quiero estar con vos. Sí pero no. No sé. Tal vez. Podría ser. Pero...
Puedo asegurar que estar en ese gris durante (redondeemos) un año, no es lindo. Más desagradable aún cuando intentás aclarar u oscurecer el gris, pero el otro no hace caso. El otro es cómodo y deja que vos decidas todo. Total, si sufrís: vos lo elegiste. Vos te autoinvitaste. Vos elegiste salir con un raro como yo.
Y da más bronca y más tristeza cuando una cae en la cuenta de que el otro tiene razón. Es horrible pero necesario caer en la cuenta de varias cosas. Hacer un click de los muchos clicks que el otro te describió alguna vez.
Entonces cuando caes en la cuenta de que vos misma elegiste esto, te ves en la obligación de revertirlo, de elegir justo lo contrario. Es peor cuando elegís lo contrario impulsada por un deber, y porque te das cuenta que no das más, que es demasiado dolor, demasiado constante. Porque si lo eligiera porque ya no lo quiero, sería algo muy distinto.
No sé cómo cerrar esta entrada. Hubo varias frases de cierre que pasé por alto. Así que utilizaré el poco sutil:
CHAU.