martes, 19 de marzo de 2013

Cerrar la puerta


Lo bueno de ser una persona bastante negativa es que no suelo sorprenderme para mal. Prefiero prepararme para lo peor, y si me equivoco, si las cosas salen bien para mí, me sorprendo gratamente. Al menos esa es mi teoría. Hasta ahora nunca pude comprobar la segunda parte, ya que mis pronósticos siempre fueron acertados y por ende, siempre me fue mal. Pero al menos ya estaba preparada.
O eso quiero creer.
De cualquier manera, es lo mismo. Porque me duele igual, en mayor o menor medida. Y no sé si prefiero un dolor bastante tenue pero constante durante tres meses, o un dolor agudo de sopetón. Al primero una termina por acostumbrarse, y sólo se intensifica cuando llega al final. Ahora, se intensificó. Pero ya lleva un tiempito doliendo. Y supongo que pasará otro tiempito hasta que desaparezca. Mientras tanto ¿Qué?
Melancolía.
Mi programa de casi todas las noches. Y bueno, qué mejor ambiente para una escena dramática que una noche solitaria, con la música adjunta en esta entrada sonando a todo volumen en mis oídos. Lágrimas, infaltables. Aunque ya es hiper habitual, en cualquier lugar, por cualquier razón. Siento que estoy más sensible ahora que hace un año. Más llorona, también.
__________________________________________
Creo que no me conocías así, y la verdad yo tampoco. Me refiero, nunca cerré la puerta dejando a alguien que quiero del lado de afuera, excepto cuando nos despedimos.
Ahora que lo pienso, aquello fue una despedida ¿no? Tiene que haberlo sido, por eso tanto dolor. De mi parte, hay que aclarar. Tus silencios prolongados dijeron que para vos sería tan fácil. Solo te jodería. Me pregunto cuánto te durará lo "jodido". ¿Cuántos días? ¿O serán horas, minutos? Tal vez tu malestar haya durado lo que tardaste en llegar a tu casa. Quizás ni siquiera la incomodidad llegó a la esquina.
Y a mí me dolió cada mirada que esquivé, cada vuelta de llave, cada segundo que estuviste ahí, helado, de espaldas a la reja. Y yo mirándote, sin saber que hacer. Conteniendo las ganas de abrir la puerta y abrazarte, a pesar de que no podamos ponernos de acuerdo.
Me encantaría poder aceptar tu propuesta. Me encantaría mantener tu misma postura, indolente, distante, superficial. Pero no puedo, no soy yo. 
Sufro con vos, sufro sin vos. Y es la tortuosa ambigüedad de todo enamorado-no-correspondido, o en su variante contemporánea: enamorado-no-correspondido-como-él-quisiera. Lo cual, a mí parecer, es tanto o más insoportable. Porque está en el medio, no es ni una cosa ni la otra, es el maldito y complicado gris: te quiero pero no tanto. Me gusta estar con vos pero no quiero estar con vos. Sí pero no. No sé. Tal vez. Podría ser. Pero...
Puedo asegurar que estar en ese gris durante (redondeemos) un año, no es lindo. Más desagradable aún cuando intentás aclarar u oscurecer el gris, pero el otro no hace caso. El otro es cómodo y deja que vos decidas todo. Total, si sufrís: vos lo elegiste. Vos te autoinvitaste. Vos elegiste salir con un raro como yo.
Y da más bronca y más tristeza cuando una cae en la cuenta de que el otro tiene razón. Es horrible pero necesario caer en la cuenta de varias cosas. Hacer un click de los muchos clicks que el otro te describió alguna vez.
Entonces cuando caes en la cuenta de que vos misma elegiste esto, te ves en la obligación de revertirlo, de elegir justo lo contrario. Es peor cuando elegís lo contrario impulsada por un deber, y porque te das cuenta que no das más, que es demasiado dolor, demasiado constante. Porque si lo eligiera porque ya no lo quiero, sería algo muy distinto.

No sé cómo cerrar esta entrada. Hubo varias frases de cierre que pasé por alto. Así que utilizaré el poco sutil:
CHAU.

lunes, 11 de marzo de 2013

Manuscrito IV

Ya es al pedo poner notas diciendo que no escribí la fecha.

Caminando bajo el cielo titubeante de Sicilia, Facundo (o quizás Valeria), señaló un afiche publicitario.
- ¿Qué significa Carpe Diem?
Temiendo estar explicando un error, dije que, según había entendido, significaba algo así como "Vivir el Hoy".
Nuestro guía turístico de turno, intervino con una de sus frases flotantes: viví el día como si fuese el último. Opiné que si viviera todos los días como si fuesen el último, jamás adquiriría responsabilidades. Nuestro guía discrepó, y yo no dije más nada. Si dejaba que la conversación se volviera más filosófica, él empezaría con uno de sus interminables discursos y yo solo quería chapotear en paz por las calles de Messina.
Sin embargo, le seguí dando vueltas al asunto en mi cabeza. No estaba de acuerdo con vivir como si fuese el último día por lo ya opinado, pero sí me gustaban las frases "Disfruta las pequeñas cosas" y "Aprovecha las oportunidades". Siguiendo ésta última, ahora me encuentro en Italia; y gracias a la primera soy feliz con una taza de chocolatada. Pero volviendo al asunto de esta entrada (porque está en mis planes publicarlo en el blog), "Aprovecha las oportunidades" me dio buenos frutos este verano (o invierno). Porque entre tanta niebla mental y tanta desilusión adolescente, supo darle bastante emoción a mi estadía en Mammola. Y de paso demostró la importancia de saber idiomas, y me enseñó esto de conocer a alguien sin albergar expectativas a futuro, y lo lindo que suena el acento italiano cuando algún joven te dice:
Bella, ci vediamo... domani, dopo domani... Ci vediamo. 

sábado, 9 de marzo de 2013

Manuscrito III

Nota: Sin fecha, pero seguro fue un par de días después de llegar a Mammola.

Tengo las manos entumecidas por el frío, pero igualmente me esforzaré en escribir.
Cartas Marcadas es un libro, como bien advierte su contratapa, sumamente confuso. Te hace pensar, y a la vez dudar de lo que estás pensando, nunca tenes la certeza de que lo comprendido es lo correcto, o de que no entendiste absolutamente nada, o de que captaste alguna parte, o de que su mensaje es tan subjetivo que da lo mismo lo que comprendas.
No puedo evitar identificarme con los muchos amoríos casuales de Jorge Allen. Todas esas mujeres, por supuesto, están perdidamente enamoradas del poeta y filósofo. Salvando las distancias (que, siendo realistas, son muchas), vos sos mi Jorge Allen. Ese que yace con tantas, y sin embargo no se encuentra esencialmente satisfecho. El que aprovecha la facilidad pero va tras el ideal de mujer superior, que es tan grandiosa como inalcanzable, incluso ficticia, inexistente. Y regreso, una vez más, al mismo punto (o curva) de mi círculo de cavilaciones, cuyo centro sos vos.
_______________________________________________________
Todos saben que este no es mi lugar, que soy un bicho raro, que de italiano solo tiene el apellido. Solo con verme se sabe que mis rasgos provienen de otras raíces, y en este caso las apariencias no engañan. 
Hablan a mis espaldas pero mis oídos están siempre atentos. Las conversaciones cuando no estoy presente, recalcan mis diferencias:
- ...Que Magalí no se entere.
- ...Que no se sienta mal.
- ...Parece de otro planeta.
- ...No le digamos.
- ...Va a quedar mal.
- ...Pobre Magalí.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Manuscrito II

Nota: tampoco le puse fecha. Soy estúpida. Pero sospecho que fue durante el viaje a Venecia. 

Momento melancólico del mes. O taciturno. O simplemente demasiado sensible. Hace un rato me percaté de que todo se reduce a una razón biológica, aunque eso no lo hace menos intenso.
Lloro por vos, lloro por una canción, por un recuerdo de mis 15 Años, por todo.
Menos mal que traje esta libretita, si bien hubiese preferido un cuaderno más grande. Pero escribir a mano en un tren le da algo especial al asunto. Extrañaba escribir, extrañaba mi escape.
Tras unos pocos párrafos me siento mucho mejor. O tal vez se deba a las gotitas mágicas, o al reggae optimista que retumba en mis oídos.
Sinceramente, me gusta esto de estar sola. Lo más sola que se pueda, al menos no tengo que hablar con nadie, ni escuchar peleas estúpidas de hermanos Me gusta más la voz de Lily Allen.
A esto es a lo que estoy acostumbrada, y desde hace diez días que no disfruto de mi tranquila soledad, aunque la soledad me lleva a pensar, y de una manera u otra mis cavilaciones terminan en vos y mis ganas de verte. Estoy hasta las manos.

martes, 5 de marzo de 2013

Manuscrito I

Nota: Realmente me arrepiento de no haber tomado nota de la fecha. Solo puedo decir que fue escrito aún en Roma, una noche antes de dormir. 

No puede ser que ni siquiera a tantos kilómetros de distancia mi mente esté despejada de vos. Varias veces me sumo en la tristeza y veo cómo esto contrasta con mi realidad actual.
Todo en absoluto me recuerda a vos. ¿Dónde habrás estado? ¿Cuál habrá sido el sitio exacto donde te sentaste? De seguro miraste lo mismo que yo, e incluso algunas cosas más. Es como si siempre llevara conmigo un trocito de vos.
Empecé un libro ayer y de seguro lo termine hoy, porque aunque el protagonista sea demasiado inexperto para su edad, en otros aspectos me recuerda mucho a vos, y eso solo me hace extrañarte más. 
Pero sé que ahora, incluso aunque llore tanto como para que cambies de opinión, rechazaría la oportunidad. Porque no quiero que hagas las cosas por lástima. Dejarías de ser sincero, y yo pasaría a ser tu prisión. Y no quiero ser una razón más que te prive de tu libertad. Ya tenés suficiente con vos mismo. Y te extraño, y te quiero, te quiero de verdad, te quiero como sea, y espero conocer a alguien a quien querer aún más que a vos.