Es bastante frustrante regresar al cabo de un tiempo y ver que nada ha cambiado pero sin embargo ya nada reconoces. Saber que aquel sitio que tanto te gustó ya solo son recuerdos satisfactorios, que ahora solo te genera confusión. Mirás a tu alrededor, y sí, ese árbol siempre estuvo ahí, el techo de aquella casa siempre fue rojo, y todavía podés recordar las palabras de esa anciana amable que te aconsejó pasear al perro por el sendero marcado. Pero no te encontrás. Reconocés los objetos pero no hallás su esencia. Sos una desconocida en tu propio ámbito. ¿Qué mierda pasó?
Impecable fue tu estadía en aquel entonces. Luego te tomaste vacaciones, y al regresar no pudiste instalarte más. Y ahora querés abandonar por completo. Ya casi ni te interesa obtener las fotografías que dejaste en el pendrive. El pendrive está ahí, vos sabés dónde, pero no lo podés alcanzar. Y como no podés, no querés. Bajás los brazos, le das la espalda al vecindario que con tanto entusiasmo recorriste. Querés convencerte a vos misma de que no querés las fotografías, las pruebas de tu permanencia.
Sabés que en el futuro, si algún día te preguntan si visitaste aquella ciudad, vos dirás que sí, y manifestarás unos cuantos recuerdos borrosos. Pero tus palabras no serán tan legítimas como si mostraras las fotografías. Querés hacerte creer que no te importa. Que esto, de todas maneras, no es lo tuyo. Que te sirvió para encontrar tu lugar favorito, desde luego; pero el vecindario en su totalidad no es de tu preferencia. Solo la mitad de las casas. Y ya está en tus planes recorrer otras ciudades, adquirir fotografías más relevantes. Pero ésta, no.
Y mirás a tu alrededor intentando reconocer algo, de todas formas. Pestañeas repetidas veces, exprimís tu cerebro hasta provocarte dolor de cabezas. Entonces, caes de bruces sobre la hierba, te volvés chiquita, ignorante, abrazás tu cuerpo intentando contenerte y pegás la cara al suelo mientras las lágrimas comienzan a correr. Sos un simple usuario, otra vez. Y te rendís. Ignorante.