Nunca le di un final concreto al asunto. Simplemente otras historias fueron tapando lentamente la nuestra. Fuiste esfumándote, reapareciendo esporádicamente, haciendo pequeños y absurdos actos de presencia en capítulos que ya nada tenían que ver con vos.
Sin embargo, como siempre dije, nunca te dejé ir. Aunque, ahora me doy cuenta, nunca estuviste realmente. Eras una historia cuyo final imaginaba, deseaba, pero por mucho tiempo fui incapaz de escribir. Hoy, por fin, la idea se tradujo en tinta.
Encuentro esto demasiado egoísta de mi parte. O demasiado racional. Lo qe me mantenía sujeta a tu manga no era el anhelo hacia tu persona; era más bien el afán de llegar a un objetivo. En realidad, lo que quería era cumplir una meta personal, lo que me había propuesto y no había logrado conseguir.
En un cajón de mi mente se sacudía nuestra historia que, aunque fuera vueltera, indecisa, llena de frustración y mofa, fue el primer capítulo del libro. Construída más sobre idealizaciones que realidades, con vos empezó mi experiencia.
Me llamó la atención que nuestro último encuentro tuviera el mismo formato que el primero. La diferencia radica (además de los barrios recorridos, y ambos tener dos años más que la primera vez), en la seguridad que adquirí en mí misma. Si bien no es total y aún me queda mucho por trabajar, la confianza tomada tras una mínima experiencia, me permitió animarme a más. Sí, soy chiquita, pero al menos en mí opinión, tener catorce no es lo mismo que tener dieciséis. Vos actualmente te restás un par de años, yo te dije que si no te conociera, diría que realmente tenés la edad que pretendés simular. Como sea, sentí que esta última vez pude finalizar el encuentro como en realidad deseaba finalizarlo en el primero de todos, hace dos años. Me permití avanzar y dar por logrado mi objetivo. Al fin, puedo decir: misión cumplida.
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