viernes, 6 de julio de 2012

Desprecio

Desparramado en el sillón, con el inútil control remoto en la mano, decidió escuchar la conversación que se llevaba a cabo a su alrededor. Medio cerebro aún seguía concentrado en la imagen del televisor, mientras la otra mitad intentaba interpretar las palabras que llegaban a sus oídos, lastimados desde adentro, invadidos por cualquier elemento alargado, excepto un hisopo. Intentaban interpretar,  pero nunca lo lograban. A veces parecía no funcionar su capacidad de interpretación. No entendía, no razonaba, no relacionaba. No había conexión entre neuronas, había que hacerle un cuadro explicativo, un dibujito, y apuntar con una regla palabra por palabra para que el hombre pudiera al fin captar algo de lo que se le decía.
Pero en este caso no tenía un pizarrón con dibujitos y cuadritos delante como para que pudiera comprender algo. Aparte, la cuentista no sabía hablar. ¡Por Dios, que imbécil! El hombre preguntó, molesto al ver que la chica era tan pésima en su labor, y recibió una respuesta impaciente. Lo que produjo que el rostro del señor se contrajera en una mueca de asco, ladeó levemente la cabeza mirando por el rabillo del ojo a la adolescente. Aprendé a hablar, estúpida. ¿Cómo pretendes que entienda algo? ¿Dónde está el dibujito aclarativo?
-  Pero explicá bien – pelotuda. Estiró cada sílaba con desprecio, mirándola con desagrado. -. Explicás muy mal – idiota, aprendé a hablar. Tarada.
¡Qué cosa de no creer! ¿A esta analfabeta había engendrado tan célebre periodista? No sabía ni contar una anécdota, la muy burra. Definitivamente, se trataba de un desperfecto genético. Merece que la traten con desprecio.  

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