Te expresas en susurros, tu rostro invadiendo mi espacio personal. Notas como la sangre sube a mis mejillas y sonríes enternecido. Fijo la mirada en tus labios curvados, de los cuales siempre opinaré que fueron hechos para sonreír. Ese gesto que usas tanto, y de tantas maneras. A veces sonríes seductor, o estallas en divertidas carcajadas. Puedes esbozar una sonrisa dulce o también las usas para expresar timidez. Pocas veces ocultas tristeza tras ellas, eres tan alegre que resultas inmune al abatimiento.
Envuelves mi mano con las tuyas, tratando de convencerme para que levante la mirada. Pero me niego a hacerlo. Aún quiero seguir pensando. Ya de por sí me cuesta si estás cerca, si me hablas con esa infinita dulzura, si cantas armónicas melodías para mí. Pero tú eres terco en ocasiones, y en un segundo y certero intento, colocas con suavidad tus dedos en torno a mi barbilla, y la echas hacia atrás con delicadeza. De esta forma me obligas a mirarte a los ojos. Suelto de golpe todo el aire que había acumulado al toparme con tus orbes de cielo. Me pierdo en ellos, tan profundos como el océano.
Muchas veces me he preguntado, cada vez que me sumerjo en tus ojos, si acaso no estaba muerta ya, si tú no eras el ángel que me recibiría junto a las puertas doradas del cielo. Muchas veces me he preguntado si no eras lo contrario, el guardián del infierno, que me cegaría con su enloquecedora belleza para amortiguar el ardor de mi hoguera.
No es la primera vez que me decido por la segunda opción, que creo estar frente al demonio de la tentación y la gula. Tú lo sabes, me das la razón al enseñarme los dientes en esa arrebatadora sonrisa con la cual denotas la seguridad de tus acciones. Eres consciente de lo hechizada que estoy, de la idiotez que me sorprende al verte y de lo fácil que sería para ti persuadirme de permanecer a tu lado, bajo tu sombra.
Un mechón de cabello rebelde quiso también enterarse de lo que sucedía, saliéndose de su lugar para asentarse frente a mis ojos, en un intento de admirar tu hermosura con tanta claridad como la admiro yo. Sin embargo, lo rechazas, lo apartas de una caricia tan suave que me pregunto si tus manos no serán de vapor. Y te alejas, visiblemente decepcionado por mi falta de reacción. Al instante me siento sola, abandonada, vacía. Tu cercanía me había completado sutilmente, siendo yo incapaz de notarlo hasta que me quitaste parte de mí. Mis manos temblorosas acuden desesperadas para aferrarse en tu brazo, pero no te contentas con eso. Tiras de mí y me presionas contra tu pecho, descubriéndonos en un estrecho abrazo. Me susurras palabras de aliento, prometes quedarte conmigo pase lo que pase, tras lo cual buscas mi mirada y yo lucho por conservar la cordura. Dime que sí. ¿Acaso es posible negarse? Con escandalosa lentitud, vuelves a irrumpir mi aire. Siento de nuevo mi entorno cuando me percato de tus labios deslizándose con delicadeza sobre los míos, acariciándolos como si fueran de fino cristal helado y los tuyos hechos de fuego, temiendo derretirlos con el mínimo roce y sin embargo poniendo a prueba su resistencia. Creo escuchar campanas de fondo, acompañadas de la viva imagen de fuegos artificiales.
Y abro los ojos, solo para arrepentirme al segundo siguiente. Las brillantes luces que decoraban mi cielo se apagan y pierdo tu presencia en la penumbra. Sin embargo, las campanas suenan más fuerte, llenándome los oídos con un molesto golpeteo agudo. Estiro un brazo y me encuentro con el reloj despertador. He vuelto a soñar contigo.
Relato original de Magui, todos los derechos, etc. etc. etc, Reservados.
Re CURSI, ya sé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario