Perdida. Distraída. Últimamente, concentrarme requiere un esfuerzo sobrenatural. En diferentes situaciones, me encuentro de repente buceando en mis pensamientos, ajena a lo que sucede en el exterior. Intento regresar a la realidad, participar del momento… pero zas, sin previo aviso, sin darme cuenta siquiera, agito la cabeza y pestañeo, confundida. Sí, otra vez miraba un punto fijo sin ver nada en realidad. Bueno, si al menos pudiera sumirme en mis pensamientos y escribir lo que pienso… pero no. Como ya he comentado antes, cuando me decido a poner en palabras las imágenes que revolotean en mi cabeza, estas se esfuman; y termino buscando desesperadamente algo sobre lo cual escribir. A ver… ¿Y si escribo sobre la seducción? Un lindo tema, sin duda, ponerme a filosofar sobre las armas de coqueteo más usadas, sobre los tips más efectivos. Pero ¿Cómo escribir sobre algo de lo que no tengo la más pálida idea? Bueno, quizás una palidísima idea tenga, pero no basada en mi propia experiencia. Entonces no me siento con la autoridad como para escribirlo. Me siento inevitablemente chanta.

En un año de terapia (Gracias, Miriam!) aprendí que siendo espontánea ganas muchas más cosas que manteniendo un personaje. Me siento satisfecha del 2010 que tuve (sí, tenía que decir esto porque no hice la reflexión sobre el año. Razones: véase las primeras oraciones de esta entrada), aún con todas las pequeñas discusiones y todas las lágrimas que derramé, porque pude ser yo. Estoy aprendiendo, de a poco, a aceptarme tal cual soy y a quererme de este modo. A intentar superarme, a reconocer mis habilidades y tratar de modificar mis defectos. Por eso, le tengo mucha fe al 2011.
Sí, ya sé que me fui de tema. Pero así te podés hacer una idea de lo desordenada que es mi cabeza. Y por eso, creo, que me pierdo, me distraigo, buceo en mis pensamientos.
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