Ella alzó la mirada del papel arrugado que estrechaban sus manos. Se sumergió en los ojos oscuros del muchacho que tenía adelante. Éste, parecía incómodo; metía las manos en sus bolsillos, y tenía su cabeza cabizbaja. La chica lo miró directamente unos segundos, antes de bajar la vista al papel.
- Gracias por escribirme esa canción - murmuró. Por arañarme el corazón. -... por ser así como tú eres. - añadió tras una pausa. Le tembló ligeramente el labio inferior; no lo miraba.
- Gracias por aguantar ese dolor - el chico tenía la voz ronca. Sin duda, aquella no era su situación favorita. -, por inventar ese sabor...
- Por hacerme siempre lo que quieres - interrumpió la chica, arrugando un poco el ceño. No, no quería estar allí.
- Gracias por los consejos que me das.. - intentó retomar el muchacho la palabra.
- Por olvidarme si te vas, por no quererme un poco más - ella apretó los puños y enfrentó a su interlocutor. Sin duda, aquellos ojos verdes expresaban reproche, furia y dolor. Todo mezclado.
Por esas cosas que no se pueden contar.
- Aprendí a sufrir, aprendí a reírme de mí. Me reconstruí - elevó el tono de voz, fulminando el rostro serio de aquel joven. Recordó cuando se cruzaron por primera vez. Tuve que decir que sí, que sí.
Y él sonrió. Tristemente, pero sonrió.
- Gracias por caminar siempre al revés - dudó un momento antes de continuar -. Por derretirte si me ves, por alargar ese momento.
La chica iba a replicar, pero se le adelantó. Él también tenía cosas que decir.
- Gracias por asumir ese papel... ya no sabíamos qué hacer.
- Pero te fuiste justo a tiempo.
- Gracias por ayudarme a que se duerma - continuó, ignorando aquella interrupción. Estaba siendo sincero, por una vez en la vida. -, por el cariño, la paciencia cuando todo iba mal.
Gracias por esas cosas que no se deben contar.
- ¡Aprendí a sufrir! ¡Aprendí a reírme de mí! ¡Me reconstruí! - Tuve que decir que sí, que sí. Estalló. Sus ojos se anegaron en lágrimas y su intento de demostrar que nada le importaba se desmoronó. El muchacho agachó la cabeza, se mordió el labio y añadió en voz baja.
- Ya no seré lo que fui para ti una vez - zanjó. Sus ojos oscuros se encontraron con el verde de la chica, que le decían de todo menos bonito. - Pero puedes contar conmigo...
Listo, esto fue demasiado para ella.
- ¡Aprendí a sufrir! ¡Aprendí a reirme de mi! ¡Me reconstruí! - repitió a viva voz. Tuve que decir que sí, que sí. Era obvio que tenía orgullo, quizás demasiado. Y soberbia. Jamás aceptaría que aún lo quería. Pero él giró, y se marchó. Sin pronunciar una palabra más, sin siquiera mirarla. Gélido. No podía permitirse ser de otra manera. Su mente funciona lógicamente, con frialdad. Él no era para ella, no se convenían.
- ¡Aprendí a sentir! ¡ También a pasarlo bien sin ti! - gritaba ella, esperando que él la escuche y le creyera. En vano. No eran más que mentiras, y ambos lo sabían. Pero la muchacha no dejaba de intentar consolarse. Y me levanté cada vez que tropecé y caí.
- Tuve que alejarme de ti..
- Tuve que aprender a ser sin ti.
Inspirado en la canción Gracias, de Despistaos.
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